La lectura tiene beneficios infinitos, especialmente si se comienza a
experimentar a temprana edad, por eso ofrecemos algunas herramientas
para los padres en el papel de motivadores de sus hijos, sean niños o
adolescentes.
Frases como “leer es bueno” o “¡hay que leer!” se repiten entre adultos,
reiteradamente, y se exigen a los niños sin mayor explicación. Sí, leer
es bueno para todos, más aún si se comienza a temprana edad, pero pocas
veces nos detenemos a pensar en el porqué. Quizás, si comenzáramos por
tener claro su importancia, sería más fácil inculcar el hábito a
nuestros hijos pues, más que como un deber de padres, lo haríamos con
una convicción natural.
Al ser individuos cada quien vivirá la
experiencia lectora de forma diferente, pero al estar en etapa de
formación, niños y adolescentes son susceptibles a sus beneficios. Para
los más pequeños, leer puede facilitar el aprendizaje en un amplio
sentido, desde comprender nuevas palabras y significados hasta procesar
situaciones desconocidas.
No es lo mismo mostrarle el abecedario
a un pequeño y decirle que debe aprenderlo, que invitarlo a leer
Abecedario temerario (Camelia Ediciones), libro que cuenta una historia a
través de las letras. Tampoco será igual decirle a un niño de cinco
años que pronto se le aflojarán los dientes porque está creciendo, que
leer juntos Un diente se mueve (Ediciones Ekaré),que cuenta la
experiencia de una niña que muda su primer diente.
Los beneficios de la lectura también se relacionan a mejorar la
concentración, ejercitar el cerebro, desarrollar habilidades
lingüísticas, imaginación y empatía, descubrir emociones y relajar
cuerpo y mente. Si un niño lee, puede mejorar su desempeño escolar –y,
posteriormente, profesional-, ampliar su vocabulario y desarrollar el
pensamiento lógico; también puede adquirir conocimientos sobre otras
culturas y formas de vida, lo que se traducirá en el despertar de nuevos
intereses.
Al tener claro el papel de la lectura en el aprendizaje, y en la vida misma, seguramente los padres querrán asumir la labor de mediadores para fomentar la relación entre niños y libros. En esta misión hay que tomar en cuenta un gran detalle: ningún amor nace de forma espontánea ni por imposición. Para un pequeño de seis años escuchar; “leer mejorará tu vocabulario”, puede ser igual a un montón de palabras sin mucho sentido, y si le dice a un chico de 13 años: “¡tienes que leer!”, es probable que se dé la vuelta y termine rechazando cualquier acercamiento literario. Motivar es la palabra mágica y en eso tiene que ver el entorno.
Es difícil que su hijo lea si jamás ha visto a sus padres con un libro en las manos; recuerde que la imitación es una de las bases del aprendizaje durante la infancia. Si no hay libros a su alcance, tampoco será fácil que el niño se interese en leer. Armar, poco a poco, una pequeña biblioteca, es una alternativa que, además, lo motivará al poder involucrarse directamente. El cuento de las buenas noches sigue siendo una de las maneras más sencillas de incentivar en los niños el gusto por las historias, así el pequeño ya haya aprendido a leer.
Por último, es necesario que los padres sean consecuentes en su labor de promotores de lectura. Esta es una labor de tiempo que requiere un esfuerzo constante pero que, al final, dará grandes resultados para toda la familia.
Primeros pasos
Podemos comenzar la lectura desde la primera infancia. Tal vez algunas madres sientan que están perdiendo el tiempo al leerle en voz alta a su bebé porque este “mira para otro lado y no presta atención”. No hay de qué preocuparse: es una reacción normal. En esta etapa se trata de una lectura perceptiva en la que el niño no decodifica letras, sino que lee con el cuerpo a través de sensaciones y así va descubriendo el mundo a su alrededor.
Para los bebés hay libros adecuados a sus “necesidades”: pequeños formatos, material resistente a mordiscos y temas sencillos que tienen que ver con la exploración, como la serie sobre el elefante Élmer (Fondo de Cultura Económica). Más adelante se puede optar por historias sencillas protagonizadas por animales humanizados, como las de la serie Sapo (Ediciones Ekaré). En estos primeros años, las historias también pueden ser poemas, canciones y hasta inventadas por papá y mamá.
Un libro para cada edad
En cada etapa convienen lecturas con ciertas características. A medida que van creciendo, los niños irán eligiendo historias más complejas y temas diferentes. Si no estás segura de cuáles son los títulos más acordes a la edad de tu hijo, puedes recurrir a espacios como Tin Marín. Esta es una librería virtual en la cual puedes recorrer detenidamente su catálogo, clasificado por edades, autores y editoriales, y comprar lo que desees, desde tu casa.
Rincones de encuentro
Promover la lectura en nuestros hijos es una labor que puede trascender las paredes del hogar y para ello hay espacios ideales como el Banco del Libro. En esta institución, constantemente, realizan actividades para niños como La hora del cuento; también disponen de un Club de lectura, servicio que permite a sus jóvenes socios llevar a casa cuentos y novelas durante un tiempo determinado.
También en el Banco del Libro o en la Ludoteca de Los Palos Grandes organizan, eventualmente, el Rincón del bebé, espacio de lecturas y “patuques”. Asimismo, librerías como Kalathos, Sopa de Letras, Lugar Común y algunas Nacho cuentan con rincones acondicionados especialmente para que los niños toquen, revisen y lean. Las ferias de libros que se realizan a lo largo del año en diferentes ciudades del país también cuentan con pabellones infantiles.
Al tener claro el papel de la lectura en el aprendizaje, y en la vida misma, seguramente los padres querrán asumir la labor de mediadores para fomentar la relación entre niños y libros. En esta misión hay que tomar en cuenta un gran detalle: ningún amor nace de forma espontánea ni por imposición. Para un pequeño de seis años escuchar; “leer mejorará tu vocabulario”, puede ser igual a un montón de palabras sin mucho sentido, y si le dice a un chico de 13 años: “¡tienes que leer!”, es probable que se dé la vuelta y termine rechazando cualquier acercamiento literario. Motivar es la palabra mágica y en eso tiene que ver el entorno.
Es difícil que su hijo lea si jamás ha visto a sus padres con un libro en las manos; recuerde que la imitación es una de las bases del aprendizaje durante la infancia. Si no hay libros a su alcance, tampoco será fácil que el niño se interese en leer. Armar, poco a poco, una pequeña biblioteca, es una alternativa que, además, lo motivará al poder involucrarse directamente. El cuento de las buenas noches sigue siendo una de las maneras más sencillas de incentivar en los niños el gusto por las historias, así el pequeño ya haya aprendido a leer.
Por último, es necesario que los padres sean consecuentes en su labor de promotores de lectura. Esta es una labor de tiempo que requiere un esfuerzo constante pero que, al final, dará grandes resultados para toda la familia.
Primeros pasos
Podemos comenzar la lectura desde la primera infancia. Tal vez algunas madres sientan que están perdiendo el tiempo al leerle en voz alta a su bebé porque este “mira para otro lado y no presta atención”. No hay de qué preocuparse: es una reacción normal. En esta etapa se trata de una lectura perceptiva en la que el niño no decodifica letras, sino que lee con el cuerpo a través de sensaciones y así va descubriendo el mundo a su alrededor.
Para los bebés hay libros adecuados a sus “necesidades”: pequeños formatos, material resistente a mordiscos y temas sencillos que tienen que ver con la exploración, como la serie sobre el elefante Élmer (Fondo de Cultura Económica). Más adelante se puede optar por historias sencillas protagonizadas por animales humanizados, como las de la serie Sapo (Ediciones Ekaré). En estos primeros años, las historias también pueden ser poemas, canciones y hasta inventadas por papá y mamá.
Un libro para cada edad
En cada etapa convienen lecturas con ciertas características. A medida que van creciendo, los niños irán eligiendo historias más complejas y temas diferentes. Si no estás segura de cuáles son los títulos más acordes a la edad de tu hijo, puedes recurrir a espacios como Tin Marín. Esta es una librería virtual en la cual puedes recorrer detenidamente su catálogo, clasificado por edades, autores y editoriales, y comprar lo que desees, desde tu casa.
Rincones de encuentro
Promover la lectura en nuestros hijos es una labor que puede trascender las paredes del hogar y para ello hay espacios ideales como el Banco del Libro. En esta institución, constantemente, realizan actividades para niños como La hora del cuento; también disponen de un Club de lectura, servicio que permite a sus jóvenes socios llevar a casa cuentos y novelas durante un tiempo determinado.
También en el Banco del Libro o en la Ludoteca de Los Palos Grandes organizan, eventualmente, el Rincón del bebé, espacio de lecturas y “patuques”. Asimismo, librerías como Kalathos, Sopa de Letras, Lugar Común y algunas Nacho cuentan con rincones acondicionados especialmente para que los niños toquen, revisen y lean. Las ferias de libros que se realizan a lo largo del año en diferentes ciudades del país también cuentan con pabellones infantiles.
Foto: @rofacio, abril 2013 |
Lecturas cómplices
Al acercarse la adolescencia o si ya se está viviendo esta etapa de cambios, descubrimientos y emociones a flor de piel, quizás no sea tan fácil la comunicación entre padres e hijos, menos al insinuarles que lean. Dice la promotora de lectura Linsabel Noguera que el acercamiento puede surgir a partir del intercambio.
“Intercambiar experiencias sobre una misma lectura crea una complicidad a la que es difícil decir no. Leer en voz alta un párrafo que en especial nos ha gustado, o –mejor aún- en el que de verdad necesitamos el apoyo de las referencias más contemporáneas con nuestro adolescente, afianza ese vínculo de lectores-cómplices”, afirma Noguera.
La libertad a la hora de elegir también es importante. Los gustos del adolescente pueden ir desde revistas hasta cómics o poesía. Los clásicos pueden ser un buen comienzo, como los universales Moby Dick, El conde de Montecristo y Rebelión en la granja, o los locales Piedra de mar (Francisco Massiani) y Cubagua (Enrique Bernardo Núñez). Muchos de estos clásicos también se consiguen en versiones ilustradas.
Las novelas gráficas son ideales porque combinan lo literario con lo visual: Sin la sombra de las torres (Art Spiegelman), Persépolis (Marjane Satrapi) y La invención de Hugo Cabret (Brian Selznick). Los padres también pueden buscar títulos vinculados a películas, series, videojuegos o música.
Todos los temas están permitidos; para Linsabel Noguera lo que no se debe hacer es dejar al chico sin orientación. “Toda lectura requiere un acompañamiento que nos dé ideas de qué lee nuestro adolescente porque nos permite conversar, encaminar y ofrecer textos que partiendo de la línea de su elección permitan ir escalando niveles literarios de mayor calidad y exigencia”.
Texto tomado de El Nacional
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