Estabas conmigo todavía
y eras ausencia ya.
Y venías en tu voz como un eco lejano,
que llega desde el monte o desde el mar.
Venías en tu mirada distante,
en tu indolente ademán,
en tu halo de cosas sin mañana,
que era ya un poco muerte y un poco eternidad.
Venías, sobre todo,
en aquella ansiedad
de los pobres viajeros que parten
sin saber adónde ni por qué se van.
Y te amaba en tu ausencia todavía presente,
como si fueras más
viva y más intacta en el recuerdo,
y más real.
Alberto Ureta (1885-1966)
Puerto Pizarro-Tumbes (foto: @rofacio) |
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