La bruja Leopoldina
Existió una bruja muy dañina
Que llevaba por nombre Leopoldina.
Todas las noches, a eso de las doce,
sin oírse el más leve roce
—y con grandes pantuflas a la moda—
levantaba su vuelo con la escoba.
Al llegar a una casa muy hermosa
rodeada de rosas:
«¡Adentro, mi escobita! ¡Arrea!
¡Entra por la chimenea!».
De esta manera la bruja decía
y la escobita fiel la obedecía...
... como un perro de presa,
y se colaba, hasta aterrizar encima de una mesa.
Una vez abajo, la bruja se apeaba
y toda la casa deprisa fisgaba
y las cosas que encontraba de algún valor
las iba cargando en su fiel escobón.
cuando ya tenía su buen montoncito
abandonaba la casa por igual camino.
Como quiera que este hecho repetía
a la misma hora durante tres días.
alarmándose la dueña de la casa
y Perico se dijo: «A ver qué pasa»
Información tomada de El País
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