y recogieron una flor de nuestro jardín. Y no dijimos nada.
En la segunda noche, no se ocultaron y pisaron las flores.
Y tampoco dijimos nada.
Luego, mataron a nuestro perro: y no dijimos nada.
Hasta que un día el más débil de ellos entró sólo a nuestra casa,
nos robó la luna y, conociendo nuestro miedo,
nos arrancó la voz de la garganta.
Y porque no dijimos nada,
ahora ya no podemos decir nada.
Maiakowsky. Poeta Ruso
Patio Colonial de la Biblioteca Nacional del Perú, sede histórica (fotografía @rofacio) |
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