miércoles, 9 de enero de 2019

El maravilloso mundo de los libros

El timbre de salida sonó y los niños salieron de sus aulas de clases apresurados por llegar a sus casas para ver TV, jugar con sus videojuegos, pelota o en la computadora. Todos los días era igual eran muy pocos los niños que llegaban hacer sus deberes, estudiar o leer.

La biblioteca apagó la luz, no había nadie la escuela estaba desierta, un suspiro desesperanzador se escuchó desde un estante. El libro de cuentos salía de un rincón diciendo muy triste.

-Otro día más, y los niños ni nos miran

-Si lo hacen.- respondió el libro de lectura

-Claro, a ti sí, porque tienen que aprender a leer -

También leen la enciclopedia.- replicó.

-Claro que si por si no los reprueban, eres el libro que lo sabe todo o casi todo. Ya ninguno lee como antes.

-Es verdad ni las aventuras les atraen.- el libro de aventura saltó a la mesa, girando para dirigirse a los demás libros, que ya estaban atentos.

- Tenemos que hacer algo, tenemos que de alguna manera lograr de nuevo su atención

-Pero ¿Qué podemos hacer?- la novela clásica.

-Hermosa dama, no tengo ni la menor idea, pero pensemos somos libros inteligentes, ¿no?

-Claro que si somos libros inteligentes.- gritó rebelde la novela contemporánea.

-Dinos sabio que podríamos hacer.- preguntó clásica con su voz dulce y pausada

-Pues verán a mí se me ocurre preguntar al abuelo.- la enciclopedia volteó a mirar donde se hallaba el viejo libro, que hacía rato los escuchaba desde su rincón, era el libro de historia. Los miró con dulzura se acomodó los lentes miró a todos y dijo.

-Mis hijos queridos, todo lo que acá se hablado es muy cierto, estamos olvidados no solo por los niños si no por los adultos, no es obligatorio que las personas tengan que leer, sin embargo la tecnología no está ganado, no me mal interpreten la tecnología no es mala solo que la practicidad ha hecho que olvidemos lo bello y recreante que es leer un buen libro.

-¿Qué podemos hacer abuelo?- preguntó el libro de aventuras

-Consultar al libro mayor

-¿Y qué es el libro mayor?-preguntó el chiquillo

-Es el libro donde se guarda la magia de todas las historias escritas y las que están por escribirse

- Es decir que todos nosotros salimos de allí.- preguntó el pequeño niño que no era otro que el abecedario

-No exactamente mi pequeño abecedario, allí se guardan las historias después de escribirse, el maestro de las letras le otorga al hombre el permiso para usar la magia, y así escribir desde novelas, poemas, cuentos y libro de textos y en fin todo aquello donde pueda llevarte la imaginación.-

Todos los libros escuchaban con atención al viejo sabio, este sonrió al mirar el rostro de admiración de sus oyentes que no conocían la historia.

- ¿Y entonces como se llega allá…?

- No tan rápido mi apasionado lectura, esto es cosa de mayores y tú estás muy chico

- Ya tengo doce.- contestó altivo.-

- No se trata de la edad si no de combinar la experiencia con el desenvolvimiento.- contestó el abuelo

- Yyyy yo tengo la experiencia.- se apresuró aventuras

- Y yo la desenvoltura.- agregó clásica -

Es cierto, estoy muy de acuerdo.- dijo el abuelo

- Entonces no se diga mas.- terminó de hablar sabio Todos lo apoyaron, se decidió que Clásica y Aventura fuese a ver al libro mayor.

-Ahora querido abuelo ¿cómo llegamos allá?.- preguntó Aventura con su tono jovial

-Cuentos ábrete en la página de las hadas.

Cuento saltó a la mesa, abrió sus páginas donde le indicaba el abuelo, y una luz salió de las páginas conjuntamente con una hermosa escarcha dorada que se convirtió en una hermosa hada, todos quedaron maravillados

-Hola a todos.- su voz armoniosa dejó a todos encantados

-Hola Endrina reina de las hadas te hecho venir porque…- la bella hada interrumpió

-Ya sé querido abuelo he estado escuchándolos y me encanta la idea de ayudarlos, estoy muy feliz por su iniciativa de estimular a los niños en el maravilloso mundo de los libros

-Así es, debemos consultar al libro mayor.- dijo Aventuras

-Y yo los llevaré gustosa con mi magia, agitó su varita mágica y Aventura y Clásica fueron llevados en una envoltura de luz y escarcha a un sendero, que subía a una montaña de piedras que estaban formado de letras y números.

-Aquí es. – dijo Clásica

-Andando.- Contestó su compañero

Se pusieron en marcha, hasta llegar a la entrada de una cueva de una cual salía una radiante luz. Entraron cautelosamente y en un pedestal de mármol se hallaba un gran libro abierto de donde irradiaba la luz resplandeciente y hermosa, los dos libros se alegraron pero cuando trataron de acercarse unos libros con armaduras le trancaron el paso

-No pueden pasar sin autorización -identifíquese…

-Déjelos pasar se escuchó una voz suave -pero maestro tengo órdenes…

-Si lo sé capitán, pero ellos son amigos

Este abrió el paso, Clásica y Aventura entraron y vieron a un hombre muy viejo de barba y túnica blanca.

-Somos… -si lo se, Clásica y Aventura y se a que vienen también y yo los ayudare, soy el maestro custodio del gran libro de la sabiduría…soy el guardián de las letras…- dijo sonriente.

-Maestro tenemos que llevarle a los niños el secreto del gran libro para que tomen amor a la lectura…

-Si lo comprendo el problema es que ningún libro puede acercarse a nuestro gran libro, solo puede acercársele un humano, y como el deseo de ustedes es que un niño tome amor por la lectura, deben traer a un niño. Verán los libros fueron creados por que el maestros de los dones les otorgo el permiso, para escribir y crear historias ya sean reales o imaginarias. Es por eso que solo un humano puede acercarse al libro mayor.

Aventura y Clásica fueron y trajeron con la magia de las hadas al niño que podría ayudarles. Gustavito eran un niño aplicado pero no le gustaba mucho la lectura, al principio pensó que soñaba pero luego se dio cuenta que todo era verdad, se acercó al libro y vio maravillado todo el mundo mágico que salía de allí imagínate si yo leyera todas estas historia entraría a ese mundo donde puedo encontrar lo que quiera.

-Si corazón, este mundo de fantasía se abre ante ti y te ayuda a abrir tu mente y desarrollar tus dones, puedes compartir la lectura con el otro invento y también mágico del hombre: el Internet. Incluso compartir tu experiencia y que otros te sigan, no sería lindo.- Clásica le hablaba con tanto cariño que parecía música cada palabra.

Gustavito asintió sonriente.

-No tiene que gustarte todo tipo de lectura eso es lo maravillosos de los libros, puedes escoger lo que te apasione mas y leer lo que te apetezca.- agregó aventura.

El maestro los miraba complacido y acabó diciendo

-Los libros te brindan un mundo abierto de posibilidades, para conocer mundos de fantasía, aventura, amor, historia conocimiento

-La Internet también me lo proporciona

-Así es y gracias al Internet te puedes acercar más a la lectura, investigar y conocer, pero los libros los puedes llevar contigo a toda hora, y ahorras electricidad que es bueno para el medio ambiente y puedes descubrir a través de ellos tu potencial y quien dice que no te conviertas tú en escritor, muchos de ellos nacieron al descubrir lo que podían aportar cuando leían, la modernidad nos lleva a la tecnología para facilitarnos en nuestros día a día más agitado comodidad, pero no hay nada más gratificante que leer un buen libro en un parque, en un café, en nuestro hogar créeme puede ser relajante, lee en Internet y busca tus alternativas en ella pero no descartes nunca un libro en tus manos.

Gustavito lo escuchaba atentamente y comprendió las palabras del maestro, asintiendo con la cabeza, sonrió y dijo finalmente

-¿Y cómo sabré que todo esto no fue más que un sueño?

-En tu corazón sabrás que no lo fue, buscarás la forma de contar tu experiencia… dijo Clásica

Así fue como Gustavito escribió un cuento que se publico en Internet y de allí sacó un libro y contagió con sus historias a muchos niños que cada día gustaban más de leer. No te obligues a leer deja que fluya ante ti la magia de escoger que lectura te atrae más, y lee de a poco empieza de a chiquito y ve conquistando cada día el amor a la lectura, y descubre “El Maravilloso mundo de los libros”.

Carmen María Rondón

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