lunes, 27 de marzo de 2023

Un poco de historia sobre el origen de los Marcapáginas

Mi modesta colección

Te ha pasado que vas leyendo un libro (casi siempre es un libro) en el bus, en casa, acostado, tumbado boca abajo y algo o alguien interrumpe tu lectura y para no perder la página que estás leyendo, miras a los lados buscando que colocar para señalar la página en la que te quedaste. Si vas en bus, usas el boleto; si estás en otro lugar, usas una tarjeta, otro papel, un lapicero, un pedazo de tela y en algunos casos (que me aterran) doblas la página del libro (por favor, no hagan eso). Pero si eres un lector, apasionado por cuidar tus libros, tendrás cerca un marcapáginas también llamados separadores de libros. 

Es así, que como lectora (si no me falla el recuerdo) me inicié en coleccionar estos objetos?... accesorios lectores?... a quienes llamo "Separadores de libros", pero que ahora leyendo e investigando un poco más de su origen y antecedentes, el nombre más apropiado es "Marcapáginas" pues cumple esa función de 'marcar' la página en la cual hacemos una pausa en nuestra lectura.

Regresando a cómo o cuándo me inicié, me remonto al año 1997 o tal vez un poco antes, cuando participaba en mi biblioteca parroquial "San Clemente" en Santa Anita y hacíamos intercambio de tarjetas, algunas en tamaño de tarjeta de presentación y otras en el tamaño de un marcapáginas. Luego en el 2000 fui a la Feria Internacional del Libro de Lima que todavía se realizaba en un espacio que actualmente es un centro comercial. Recorrí sus pasillos y un señor con un cartel que animaba a leer y colgado del cuello una fuente con marcapáginas, obsequiaba a quienes pasaban por su lado.

Como apasionada lectora que disfruta leer, estos objetos considero completan y complementan mi pasión hacia los libros. 

Fue así que poco a poco, con obsequios, intercambios, regalos, fui coleccionando los marcapáginas. Hasta que en verano de 2018, un domingo por la mañana, con ayuda de mi papá, me di la tarea de clasificarlos. Los agrupé por los siguientes temas:

Fuente: mi colección
Elaboración propia


Historia recogida en la web

Entonces que ya conocen un poco más de mi colección y los grandes grupos en los cuales los clasifiqué. Me preguntaba cómo se originaron, quién los creó?... ¿Cómo surgieron?. Fue así que buscando en la web, encontré diversos orígenes, con las palabras de búsqueda: "Historia de marcapáginas", incluso un libro denominado "Breve historia del Marcapáginas". Así que veamos que encontré:

Información identificada

El primer marcapáginas del que se tiene constancia, se colocó en la Biblia que Christopher Barker (el editor oficial de la Biblia en Inglaterra) regaló a la reina Isabel en 1584. El marcapáginas era de seda y tenía una borla dorada en su extremo.

A partir de 1600 la mayoría de las biblias o libros de consulta ya venían con una cinta de seda, o incluso varias de diferentes colores, para indicar el punto de lectura.

Gracias a la  revolución tecnológica relacionada con la imprenta, a finales del siglo XVIII y principios del XI, se comenzó la impresión sobre papel o cartón en varios colores, los marcapáginas se convirtieren en un objeto diferenciado del libro y llegan a su aspecto común de hoy en día.

Los editores y el estado vieron el potencial publicitario de estos puntos de lectura, añadiendo información sobre sus libros y las librerías o incluso mensajes políticos.  Como era una manera genial de hacerse publicidad localizada con un público objetivo fantástico, los autores y editores se esforzaron en crear marcapáginas creativos y pasaron a ser incluso objetos de coleccionista.

Los primeros marcadores desmontables no comenzaron a aparecer hasta la década de 1850, en plena época victoriana, y en un primer momento estaban hechos de seda o de telas bordadas. El papel ‒y otros materiales‒ no se empezó a utilizar hasta la década de 1880.

En esa misma época empiezan a aparecer los primeros marcapáginas conmemorativos y publicitarios ‒anunciando jabón, corsés, medicinas o marcas de alimento‒, que, ya desvinculados del libro, se convierten en objetos de colección. A lo largo del siglo XX, los marcapáginas se han utilizado para todo tipo de cometidos: para promocionar empresas sin ánimo de lucro, para poner en marcha campañas de concienciación, para adoctrinar y promover determinados valores ‒por ejemplo, el patriotismo durante la Primera Guerra Mundial‒ o, simplemente, para difundir una información determinada. 

Los marcapáginas más populares a partir de la década de 1860 fueron los de Steven Thomas, un tejedor de seda inglés, que los fabricaba personalizándolos para todo tipo de ocasiones y celebraciones y que los bautizó con el nombre de Stevengraphs. Teniendo en cuenta que la mayoría de esos marcapáginas estaban destinados a lucir en Biblias y libros de oraciones los Stevengraphs lucían a menudo frases tremendamente edulcoradas.

A partir de 1960, se utilizó como medio de expresión para artistas e ilustradores. Incluso se ha llegado ya, a principios del siglo XXI, al marcapáginas digital, que sabe cuándo abandonas la lectura de un libro y te manda un tuit para aconsejarte que lo retomes.

Libro "Breve historia del marcapáginas"

Fuente: Todos tus libros

Qué decir de este breve y elegante ensayo del napolitano Massimo Gatta sobre ese objeto tan útil y a la vez tan ignorado como es el marcapáginas, según la RAE ese “utensilio, normalmente plano, que sirve para señalar una página, por lo general aquella donde se interrumpió la lectura de un libro”. Pues bien, ese “utensilio” cobra vida en las palabras de Gatta, se convierte en testigo del tiempo y de la cultura humana en tanto que ha acompañado la lectura de varias generaciones. 

Comienza así un breve repaso de la historia de la lectura, en este caso de la lectura interrumpida, y descubrimos que el marcapáginas es tan antiguo como el objeto al que complementa, ambos son una unidad indisoluble, sólo que aquel ha adoptado a lo largo de su historia múltiples formas provenientes de los orígenes más insospechados, siendo siempre reflejo fiel de la personalidad del propio lector en cuyas manos se encuentra el libro. 

Encontramos así pequeños objetos que pudieron realizar la función de marcapáginas hallados en Egipto y datados en el s. VI d.C.; tiras de pergamino utilizadas por los monjes de los monasterios medievales en los scriptoria para marcar las páginas que copiaban; cintas de seda cosidas a la parte alta del libro para facilitar la lectura y que fueron muy empleadas en el siglo XVI; las encantadoras manecillas que aparecían dibujadas en los márgenes de los manuscritos antiguos –muy profusamente en España– entre los siglos XII y XVIII… 

Llegamos así a mediados del siglo XIX, momento en el cual el marcapáginas llegó a convertirse en un objeto muy preciado y elaborado, poniéndose incluso de moda entre las damas victorianas que lo utilizaban para marcar sus lecturas, además de convertirse en un objeto muy recurrente para regalar a amigos y conocidos en ocasiones señaladas tales como cumpleaños o aniversarios de todo tipo. 

Ya en el siglo XX, vemos cómo el marcapáginas deja de estar unido al libro para empezar a fabricarse de forma independiente, normalmente en papel o cartón, llegando a ser utilizado por numerosas empresas con fines comerciales, con imágenes de femme fatale, coloridas, perfumadas, exquisitas. Posteriormente llegarían los marcapáginas de otros materiales: metal, madera, plata… algunos tan bellos –como poco prácticos a veces– que los libreros de viejo comenzaron a reservar una sección específica en sus catálogos para estos objetos. 

El viaje histórico llega hasta los tiempos actuales, los tiempos del pósit y los marcadores digitales. 

En esta historia encontramos de todo: los famosos marcapáginas de Antonio Magliabechi a base de lonchas de salami que horrorizaban a algunos bibliófilos como Marino Parenti, que lo llegó a describir como “el hombre más sucio y descuidado de su tiempo, y también el más erudito”; el marcapáginas de lana que usaba la reina Isabel de Inglaterra; incluso algunas críticas a la antaño extendida costumbre de algunos de introducir hojas vegetales entre las páginas de un libro que, según explica Ricardo de Bury en su Filobiblión, “empiezan por dilatar las junturas ordinarias del libro y al cabo, (…) se pudren dentro de él”. 

La edición de este libro llevada a cabo por la editorial Fórcola incluye, muy acertadamente, numerosas láminas de pinturas –principalmente de los siglos XV y XVI– cuyo denominador común son los marcapáginas que aparecen señalando lecturas a medio hacer, que en algunos casos no son más que la feliz conjunción de unos dedos humanos, y que el autor va resaltando y describiendo a lo largo del texto. Completan este curioso ensayo un documentado aparato de notas, una muy útil bibliografía para las mentes más inquietas y, como no podía ser de otro modo, un oportuno marcapáginas ilustrado. 

Nos hallamos, por tanto, ante un bello texto que es a la vez una reivindicación de este objeto que nos sugiere, nos invita, por su propia razón de ser, a la lectura pausada, introspectiva, sin prisa, como apunta David Felipe Arranz en el prólogo al texto, algo que hoy día, en tiempos de urgencias e inmediateces, supone un acto casi revolucionario. Bravo, pues, una vez más, por apuestas editoriales como ésta. Ester Vallejo, Librería Jurídica Lex Nova (Madrid)

Sinopsis

Desde la Antigüedad clásica hasta nuestros días, este singular libro cuenta la historia y las curiosidades de un objeto querido por los amantes de la lectura y los libros de todos los tiempos: el marcapáginas. Si para san Agustín el dedo índice era la mejor manera para ello ¿qué utilizamos desde entonces para señalar dónde dejamos de leer un libro momentáneamente? ¿Alguna vez prestamos atención a ese objeto –un billete de metro, una flor seca, una postal o una cinta de seda– que nos permite encontrar el punto donde detuvimos la lectura? Entre el marcador de emergencia –como el clásico y vilipendiado dobladillo de una esquina de la página– y algunas preciosas obras de arte, los marcapáginas son para muchos lectores objeto de colección.

... y un poco más

En este enlace de enfemenino verás diversos modelos, formas, originalidad en su elaboración, así como un poquito más de historia.


Mi colección en exposición

Y no quería dejar de compartir, esta invitación que me llenó de alegría y todavía me causa felicidad y emociona muchisimo recordarlo. Cuando una buena amiga, me participó a prestar parte de mi colección para exposición denominada "Exposición colectiva Marcapáginas de libros" (2017) en conocido centro cultural en Lima (Perú), con motivo del día del libro. Con mucho gusto acepté y presté mis marcapáginas (incluso algunos por la cuarentena y otros motivos, siguen sin retornar, pero con la seguridad que están a buen recaudo). 

Participar y ofrecer parte de mi colección al público, fue un gran reconocimiento para mí, como coleccionista de marcapáginas.

¡Mucho gusto coleccionistas de marcapáginas!

En Perú, por ahora solamente conozco a José Luis Guardia (Papo Cuentacuentos) quien también los colecciona y cada vez que puede, comparte sus hallazgos conmigo, es decir si viaja o va a ferias, me consigue marcapáginas para mi colección y yo hago lo propio. 

Por tuirer conocí a una entrañable y bella persona Olga (@olgacartonera) de Chile, quien también los colecciona y fue precisamente esta pasión por los marcapáginas que nos unió. 

Recientemente, conocí de dos experiencias más: Laura en su blog "Reflexiones de mi álter ego" y de María Rosa en su espacio "Punto de papel" ambas de España, nos comparten parte de su colección en maravillosas fotos de marcapáginas en modelos originales, en distintos materiales, todos ellos elaborados con delicado y exquisito gusto, a quienes disfrutamos mirarlos una y otra vez. 

Fuente:

1)Estugraf

2)La piedra de Sísifo

3)Todos tus libros





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