viernes, 23 de noviembre de 2007

Hacia una educación de calidad en Perú

6 de julio, 2006—
En una sala de clases en Lima, Perú, un alumno de segundo grado sostiene un libro e intenta leer. Su voz es dubitativa y vacilante. Retuerce nerviosamente sus manos mientras tropieza con las letras y trata de juntarlas para formar palabras completas.

A mucha distancia, en las montañas de Cuso, una niña de siete años lee con mucha seguridad el mismo texto en su idioma nativo, el quechua. Luego, lo lee por segunda vez en español.

Aquí, en el aislado poblado de Ccochapata, no influyó que la niña tuviera que recorrer mucho para llegar a la escuela o que la escuela tuviera un único maestro para instruir a cuatro grados.

La niña, alumna de segundo grado, no tuvo dificultad alguna para batir la norma de 60palabras por minuto establecida por quienes propician la alfabetización infantil en todo el mundo.

Su dominio de la lectura en dos idiomas –y la falta de fluidez del niño limeño en uno– se muestra en un vídeo producido como parte de un proyecto financiado por el Banco Mundial y el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DfID).

El vídeo y su mensaje, que la calidad de la educación es tan importante como la cantidad, formó parte de los esfuerzos realizados por el equipo de trabajo del Banco Mundial en Perú para poner en el tapete el problema de la alfabetización durante la campaña presidencial del país, señala Daniel Cotlear, jefe sectorial del Banco Mundial para el departamento geográfico de Perú.

“Principalmente buscábamos que los candidatos incluyeran el tema en su programa”, explica.

Los esfuerzos del equipo fueron bastante fructíferos, ya que consiguieron que tres de los cuatro candidatos convirtieran la educación en un tema electoral durante la campaña que terminó con la elección del ex Presidente Alan García el pasado 5 de junio, comenta Cotlear.

Calidad versus cantidad

En los últimos años, Perú ha conseguido grandes progresos en cuanto a enviar a los niños a la escuela y, de hecho, más niños peruanos asisten a la escuela en comparación con las tasas de muchos países de niveles similares de ingreso, afirma Cotlear.

Sin embargo, el objetivo de aumentar el acceso a la educación se cumplió en parte “a costa de reducir los estándares de calidad; finalmente, se lograron altos niveles de cobertura, pero con muy baja calidad”, explica.

En el marco de un proyecto financiado conjuntamente por el Banco y el DfID, denominado RECURSO (y también Proyecto de Gobernabilidad y Responsabilidad en los Sectores Sociales Descentralizados de Perú), el tema se analizó como parte de un estudio más general sobre cobertura y calidad que no sólo incluía educación, si no también salud y asistencia social.

De los 136 niños de segundo grado seleccionados aleatoriamente para el vídeo, el 35% no fue capaz de leer ni una sola palabra.

No obstante, 80% de los padres encuestados dijeron estar muy satisfechos con la calidad de la escuela de sus niños, señala Cotlear.

“El problema radica en que nadie realmente podía medir la calidad de la educación”, dice. “Para que los padres y los electores sean capaces de exigir educación de mayor calidad, tiene que haber un medio para medir esa calidad”.

Resistencia de parte de los educadores

Según Cotlear, el equipo del Banco estuvo todo un año “procurando que los educadores generaran una norma, algo fácil de medir y de entender por parte de los padres y los electores”.

Sin embargo, fue una labor complicada que tampoco resultó más fácil en otros países andinos, afirma. “Habitualmente encontramos mucha resistencia de parte de los educadores para generar normas claras, transparentes y factibles de medir”.

Según Cotlear, el sistema peruano de educación, lo que incluye al sindicato de maestros, se opone a la fijación de una norma sobre la lectura ya que sostiene que “la educación engloba muchos aspectos, no sólo la lectura” y que más importante que la rapidez a la hora e leer es que los niños entiendan.

“También decían que la lectura no es lo único importante: queremos que sean emprendedores”, agrega. “Otros sostenían que se trata de un país muy diverso, así que no se puede esperar que un niño urbano y otro de origen indígena y rural sean medidos y respondan a la misma norma”.

El vídeo

Los argumentos que objetaban las normas instaron al equipo a producir el vídeo, explica Cotlear. “Algo que realmente parte el corazón es ver a niños tratando de leer y no poder; uno siente cuánto desean complacerte y cuán desilusionados y nerviosos se ponen porque no lo logran”.

“Eso indica que estos niños deberían obtener más del sistema de educación que se supone debe ayudarlos a aprender a leer”.

“Para entender, se requiere un nivel mínimo de dominio de la lectura”, agrega Cotlear. “Y también es evidente que no puedes ser emprendedor o conseguir otras cualidades educacionales a menos que sepas leer”.

El vídeo muestra que un buen maestro “que comprende claramente qué debe hacer, logra que niños bilingües de ocho años pertenecientes a minorías y con padres sin educación formal, lean y comprendan 60 palabras por minuto”, afirma.

Campaña en los medios de información

El Banco comenzó a difundir el problema de la calidad de la educación en enero, cuando los candidatos presidenciales iniciaron sus campañas políticas.

Entre el 19 de enero y el 30 de abril, el Banco Mundial y el estudio RECURSO fueron mencionados en 76 artículos de prensa y programas informativos.

Por otra parte, el equipo del Banco se reunió de manera privada con cuatro partidos políticos y realizó diversas reuniones, la primera con representantes del gobierno, el mundo académico y las organizaciones no gubernamentales, luego dos reuniones públicas en las barriadas al sur de Lima y una reunión regional fuera de la zona limeña.

El equipo “seleccionó muy cuidadosamente la cobertura de prensa”, dice Cotlear y dio entrevistas a revistas y a programas de televisión y de radio de gran influencia a fin de lograr la mayor publicidad posible antes de las reuniones.

Las repercusiones fueron “enormes”, comenta Cotlear.

“Nos han invitado para que expliquemos este tema en mayor detalle a la prensa, al Congreso de maestros, al sector privado”.

La ayuda del equipo del Banco también ha sido requerida para especificar las normas de nutrición y protección social. Según Cotlear, es probable que los hallazgos del equipo sobre educación, atención de salud y medidas de protección social de Perú influyan en la próxima estrategia de asistencia al país del Banco Mundial.

Premio a maestros

Un factor crucial para aplicar estándares en la educación es que los padres tengan conciencia sobre el éxito o el fracaso de su escuela y que demanden educación de mejor calidad, sostiene Cotlear.

El equipo del Banco piensa realizar más reuniones en todo Perú, y con más publicidad, a fin de despertar conciencia en torno al tema de la calidad en educación.

Por otra parte, dice Cotlear, el proyecto RECURSO ha conversado con el sector privado con el objetivo de crear un premio anual para 100 maestros “que puedan mostrar los mejores resultados en el ámbito de la lectura en estas escuelas indígenas, rurales y de enseñanza simultánea de varios grados”.

“Queremos que sean famosos, que los padres de los niños que asisten a tales escuelas sepan lo buenos que son y que sean reconocidos por lo que valen.

“Y también deseamos que otros maestros y otros padres sepan que se está entregando este reconocimiento y que aspiren a conseguirlo”.

Fuente: web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/COUNTRIES

¿Vale la pena fomentar la lectura en el Perú?

Luis Jaime Cisneros

La campaña que para impulsar el Plan Lector ha emprendido el ministerio de Educación merece apoyo cierto y presuroso. No consiste en aplaudir la iniciativa, sino en ayudarla a desenvolverse por cauces adecuados. Por lo pronto, como toda campaña, exige tener una idea clara (y científicamente correcta) de qué es lo que se quiere impulsar. El plan lector busca despertar el interés, el hábito de la lectura. Ante todo, es necesario tener idea muy precisa de lo que la lectura significa. Por ahí se oyen encuestas y proposiciones, críticas y consejos que requieren poner las cosas en claro.
Leer es una operación compleja que requiere mucha atención. Estar atento reclama una actitud de la inteligencia y una sana intención de comprender los textos.

Si no hay comprensión de un texto, no hay lectura provechosa. Apenas estamos en los inicios del plan Lector, y ya se oyen consejos y propaganda sobre la conveniencia (o la necesidad) de no desatender a la lectura rápida. En verdad, así no caminaremos rectamente. No se trata de comercializar el tema. La lectura veloz no asegura el aprovechamiento de lectura alguna. No es un método para aprender a leer, ni es una manera aconsejable de entrenarse en la comprensión de los textos.

Todavía hay quienes creen ingenuamente que el que sabe identificar las letras de un texto, ya sabe leer. Y quienes creen que si se lee con un diccionario a la mano se aprovecha más la lectura. Hay que convencerse de que la lectura no busca identificar letras de un texto, ni siquiera reconocer significado de las palabras que ese texto encierra. Se trata de comprender el sentido de un texto. Y esa tarea no es fruto de la actividad de los ojos fisiológicos, sino de la
atenta intervención de los ojos mentales. Leemos el sentido de un texto, y no el significado de las palabras que lo integran. Se lee en contexto. Y eso no requiere velocidad sino necesaria y meditada reflexión. Meditar lo que vamos leyendo nos hace persona.

¿Y por qué esta campaña lectora? ¿Se pondrá fin, de ese modo, a la crisis del sistema educativo, de que tanto se habla? ¿Mejorarán los conocimientos de matemáticas y lenguaje? ¿Acabará la deserción? Sí, hacen bien quienes se preguntan si es que la lectura es arma real de combate en un plan de emergencia educativa. Hay que preguntárselo para adelantar, de inmediato, la afirmativa respuesta. Está admitida una espesa niebla en el horizonte educativo. Y nadie duda de que nuestra educación se halla en emergencia.

Pues bien, hay que aprender a abrirse paso en la emergencia. Y el movimiento inicial, el más urgente, está mirando el campo de la comunicación.

Si no acertamos a comunicarnos, la oscuridad persistirá hasta confundirnos. Para que haya luz, necesitamos la palabra. Y para creer en el valor y en la eficacia de nuestra palabra, debemos aprender a apreciar y reconocer el valor de la palabra en los otros. Porque somos seres dialógicos. Mi lenguaje no tiene valor; su trabajo resulta ineficaz si no tengo frente a mí al prójimo con quien debo organizar nuestra vida en sociedad. La palabra escrita nos ayudará a buscar y a encontrar en nosotros mismos la voz apetecida que nos devuelva la confianza en la tarea pedagógica. Y la
palabra escrita tiene vida asegurada, en el espacio y el tiempo, a través de la lectura. Por eso la lectura (y, por lo tanto, la palabra escrita) nos infundirá el necesario vigor para rescatar aquellos valores que constituyen los fundamentos de nuestra sociedad.

Pueblo que no lee es pueblo que va perdiendo su perfil. ¿Acaso no podemos reflexionar y reconocer cuántos y cuáles han sido los factores que nos han llevado, durante estos últimos veinte años, a esta deleznable situación? Determinadas lecturas fueron alimentando la ideología del terror. La lectura es también instrumento de liberación. Habituarnos a la lectura nos irá devolviendo la seguridad para expresarnos. La seguridad para expresarnos irá
afirmando en nosotros la voluntad de ser. Y en un país como el nuestro, el buen manejo de la expresión contribuirá a mejorar las vías de comunicación entre gobernantes y gobernados. Hay que ayudar a descubrir que la lectura es un elemento de liberación.

Dos clases de estudiantes pueblan nuestras aulas: aquellos para quienes la lengua adquirida es el español, y aquellos para quienes el lenguaje adquirido no lo es, y para quienes el español resulta la lengua segunda. Por eso una política de lectura resulta clave para convertir a la lectura en instrumento de cohesión nacional. En
Santa Cruz de la Sierra, hace apenas tres años, reunidos los jefes de Estado, rubricaron esta hermosa sentencia: “La lectura es un instrumento real para la inclusión social y un factor básico para el desarrollo social, cultural y económico de los países”.

Este plan lector en que está empeñado el ministerio de Educación merece, por mil razones, apoyo y consejo. Si logramos hacer de la lectura instrumento de socialización capaz de garantizar una viva conciencia de peruanidad, habremos conseguido un logro político trascendental: despertar la conciencia de una realidad panhispánica. Pero así como hay que estar alerta para no dejarse seducir por métodos que nada tienen que ver con los objetivos de la lectura, debemos asimismo cuidarnos de quienes se empeñan en proponernos modelos de textos de lectura. Una manera muy sencilla de iniciarse en la lectura, es acostumbrarse a leer el periódico. Se obtienen ventajas adicionales: el lector se informa de la realidad del mundo en que vive, lo que sirve para corroborar la ventaja que el lenguaje tiene de poder decir la verdad.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Marcha por la Lectura


Quien haya transitado alguna vez por la céntrica y concurrida av. Abancay del Cercado de Lima entre las primeras cuadras, ingresando por la plaza de Acho hacia Parque Universitario, se habrá encontrado más de una vez con alguna marcha de grupos sindicales: CGTP, SUTEP, los jubilados, universitarios, fonavistas, profesores universitarios, ganaderos, madres de los comedores y del vaso de leche, mineros, ...y la lista sigue, pues toda agrupación gremial reclama, pide, EXIGE se le atienda sus requerimientos. Que reclamen y exigan al estado con marchas tan bulliciosas que alteran el tráfico y entorpecen el normal desarrollo de los centros comerciales que se ubican en los alrededores, no es tema de discusión, en esta entrega. Sino más bien, llamar la atención hacia la sociedad civil hagamos una marcha por la lectura, se imaginan reunir a más de cien mil almas entre niños y adultos, profesionales, empleados, pidiendo reclamando, EXIGIENDO LEER, ¡Qué hermoso sería!

Una marcha apoteósica, convocado por ....y que reuna desde maestros, alumnos, de colegios públicos y privados, deportistas destacados, cantantes de todos los géneros, escritores, actores, asociaciones que trabajan el tema de la lectura, padres de familia, a los médicos, los propios jubilados, las madres sean de los comedores o no, periodistas, bibliotecarios...en fin todos aquellos que quieran ser escuchados ( y que los escuchen) sean bienvenidos.
Todos con carteles en pro de la lectura: Queremos más libros; Bibliotecas para todos; A leer en todo lugar; El libro mi mejor amigo.
Con una banda escolar que toque una melodía que acompañe esta, ya no llamarla Marcha sino Caminata de la Lectura, sería de lo más espectacular.
Si somos conscientes que no sólo pidiendo más ingresos, aumentos de salarios y todas las mejoras económicas que puedan haber, si no leemos y más aún sí no comprendemos lo que leemos, sin tener conciencia de la importancia de estar informados siempre en todo momento y en todo lugar, como dice Mempo Giardinelli: "no hay peor violencia cultural que el embrutecimiento que se produce cuando no se lee"

Quién promociona la lectura?


Teresa Colomer
Este artículo proviene de la conferencia pronunciada en el I Encuentro de Promotores de la Lectura, celebrado en el marco de la XVII Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México, 2003)

En los últimos años hemos asistido a una gran extensión de las actividades de animación o promoción de la lectura. A veces estas actividades se realizan en conexión con el trabajo de las escuelas y las bibliotecas, y otras, fuera de ellas. Normalmente implican el concurso de otras instituciones y son realizadas por nuevos tipos de agentes que, como en el caso del I Encuentro de Promotores de la Lectura celebrado en el marco de la XVII Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), empiezan a plantearse la “profesionalización” de estas actuaciones. Estas páginas se proponen reflexionar sobre la tensión entre los polos de “enseñar” y “promocionar” la lectura, que se halla en la base del debate abierto. Para hacerlo, parece conveniente enmarcar la discusión actual en la evolución que han seguido ambas funciones en las sociedades occidentales. La historia de esta tensión se inició, claro está, con el invento de la escritura.

1. El invento de la lectura y sus ventajas

Hablar de promoción de la lectura implica pensar que dominar el lenguaje escrito es algo importante en nuestro mundo actual. Asistimos a tantos discursos sobre las inefables bondades de la lectura, que me gustaría comenzar por recordar que la lectura es —ni más ni menos— un invento de la humanidad que se ha mostrado enormemente productivo. Los seres humanos somos animales un tanto desvalidos físicamente, pero ya que somos capaces de pensar y hablar, no cesamos de idear prótesis que alivien nuestra situación de desventaja, que nos permitan ser más rápidos, cargar más peso, ver más lejos, trasladarnos por el aire, sumergirnos en el agua o soportar temperaturas extremas. Una de nuestras prótesis ha sido buscar un sistema que “congelara” el lenguaje y nos permitiera tratarlo como un objeto: llevarlo a otro lugar, mostrarlo a otras personas o verlo cuantas veces queramos para poder gozar o pensar sobre él detenidamente.

¿Qué significa que eso ha resultado muy productivo? Veámoslo por un momento en un campo diferente: el invento de la notación musical. Mientras la música no pudo escribirse, los músicos tuvieron que destinar la mayor parte de sus energías a memorizar las piezas del repertorio con la única ayuda de su propio oído. Dada la limitación de la memoria humana, el patrimonio musical oral fue inevitablemente reducido. Además, ello dejaba muy poco espacio mental para la creación, ya que debía hacerse siempre a partir de una combinación circunscrita a los pocos elementos de que el músico disponía en su recuerdo individual.
Entonces, el lenguaje musical resultaba simple: nadie, por ejemplo, podría recordar con todo detalle la Novena Sinfonía de Beethoven para poder interpretarla, o bien eso costaría tanto esfuerzo que no merecería la pena componer una obra de este tipo.
Fue así que el uso de la notación dinamizó y aceleró radicalmente la evolución de la música en las sociedades que la adoptaron. Hizo posible almacenar un número más elevado de melodías, convirtiendo las partituras en una memoria colectiva. Ello favoreció la creación de estructuras más complejas y éstas, a su vez, pudieron repercutir más ampliamente en el nuevo repertorio que se iba creando. Ahora bien, cabe resaltar que ningún sistema de notación musical es capaz de reproducir la gama sonora, ni de la voz humana, ni de los instrumentos musicales, así que los músicos optaron por acoplar sus facultades a aquello que puede ser transmitido por escrito. Por ello se fueron marginando y abandonando formas más próximas a la tradición oral, de modo que notación y música reproducida fueron estableciendo una correspondencia cada vez más próxima.
De una forma parecida, la lengua escrita permitió la existencia de una memoria colectiva, una comunicación mayor al no estar limitada a la presencia física de los interlocutores, un nivel más profundo de análisis, reflexión y abstracción del lenguaje, al favorecer el pensamiento detenido sobre el propio enunciado, y la creación de un registro estandarizado de lenguaje que facilita la comunicación de grandes colectividades. Desde la perspectiva social, la escritura hizo posible un crecimiento del saber que dio lugar, ni más ni menos, que al desarrollo científico y cultural de nuestro mundo. Desde la perspectiva individual, y dado que nuestra inteligencia es lingüística, el escrito resulta un método tan potente de representación simbólica que favorece el desarrollo de procesos psicológicos superiores y el dominio de formas abstractas del lenguaje. Ésas son sus virtudes y por eso nos interesa.

Recientemente se han inventado otras “prótesis” que permiten conservar el lenguaje oral o visualizar la situación completa de comunicación como si la distancia entre los hablantes no existiera. Algunos de estos inventos pueden realizar parte de las funciones de la lengua escrita. Por ejemplo, a través de los audiovisuales podemos acceder a historias y mundos de ficción o ampliar nuestro conocimiento pasivo del lenguaje oyendo formas estandarizadas orales que no utilizamos en nuestro entorno. Oral y escrito se mueven ahora como un continuum y se interrelacionan en la mayoría de las situaciones comunicativas.
Está por ver si la evolución de alguno de los nuevos inventos o la colaboración combinada del escrito y las pantallas, resultarán más eficaces que la lectura y escritura tradicional. Sin duda ya parecen serlo para determinados tipos de escritos informativos, por ejemplo. Pero lo que sabemos por ahora es que son precisamente los mejores lectores los que resultan también más hábiles en dominar y usar las nuevas tecnologías para la consecución de sus fines.

2. El manual de instrucciones de la lectura: la escuela

Nos hallamos aquí para hablar de promoción de la lectura, pero ésa es una preocupación muy reciente en la historia letrada de la humanidad. Cuando se inventaron los códigos de representación escrita del lenguaje, lo que resultó imperioso fue crear una institución que se encargara de que una parte de la población supiera utilizarlos para los fines que se le fueran encomendando. Alguien tenía de enseñar a usar el nuevo instrumento porque realmente no era (no es) nada sencillo. Por ejemplo, la escritura alfabética permite representar el lenguaje con una economía muy grande de medios, apenas unos pocos signos. Pero esa misma abstracción hace imposible que los hablantes puedan acceder al escrito simplemente descomponiendo las palabras en unidades sonoras y viendo su correspondencia con unos signos gráficos. No funciona así porque, como la música, oral y escrito no funcionan igual, y se necesita instrucción y confrontación con el mismo lenguaje escrito para aprender a leer.

Por estas razones fue necesario crear la escuela, para “aprender de letra”, es decir, para enseñar a descifrar el escrito y preparar a los distintos tipos de profesionales que la sociedad necesitaba, a través del contacto con el lenguaje de los textos. En esas épocas lejanas, nadie pareció muy preocupado por la promoción de la lectura, sino que se aceptó con naturalidad que “la letra con sangre entra”. Nos lo confirma la voz de Marcus Valerius Marcial que, en el siglo I de nuestra era, increpaba a los maestros de esta forma:

¿Qué tenemos que ver contigo, maldito maestro de escuela, cabeza aborrecida por niños y niñas? Aún no han roto el silencio de la noche los gallos de la gran cresta, y ya truena tu voz con espantoso estruendo acompañado de azotes (Epigramas, IX).

Y añadía en su siguiente epigrama:

Maestro de escuela, deja descansar a esta inocente multitud […] Los días luminosos se abrasan con los fuegos del León, y julio ardiente tuesta las mieses. Deja en paz el cuero de Escitia, cortado en correas hirientes, con el que fue azotado Marsias de Celene. Que descansen las tristes férulas, cetros de los pedagogos, y reposen hasta el 15 de octubre: los niños en verano, si se mantienen sanos, ya aprenden bastante (Epigramas, X2).
3. La inestable división entre enseñar y promocionar

A lo largo de los siglos, la sociedad ha ido cambiando su concepto de lo que es “saber leer y escribir”. Lo que la colectividad ha percibido como necesario para su organización y progreso social se ha ido reflejando en su forma de repartir juego entre diferentes instancias para que participaran, no sólo ya en la enseñanza, sino en algo nuevo: la promoción de la lectura. Vamos a verlo en tres momentos históricos distintos.

3.1 Minorías lectoras y conservación de los libros: familias y archivos

Los historiadores de la lectura en el mundo occidental han señalado que, hasta la etapa de la industrialización, saber leer y escribir era algo mucho más difuso que nuestro concepto actual, algo asociado a menudo con el ocio y el ámbito de las relaciones sociales. Era más bien un valor moral, por el que ser letrado se correspondía con ser virtuoso y donde la posesión de ese saber cumplía una función de cohesión social de clase. Jenny Cook–Gumperz comenta a este respecto:
Uno de los mayores impactos de los recientes estudios históricos en esta área ha sido el de informar sobre las muchas maneras en las que ha existido la alfabetización en la sociedad occidental en el curso de los últimos cinco siglos [...] Se puede decir que el cambio desde el siglo XVIII en adelante no ha sido el del analfabetismo total a la alfabetización, sino el de una multiplicidad de alfabetizaciones difíciles de evaluar, de una idea "pluralista" de la alfabetización, como un conjunto de diferentes aptitudes relacionadas con la lectura y escritura, con muchos objetivos diferentes y para muchos sectores diferentes de una sociedad, a la noción de una sola y estandarizada "alfabetización escolar" vigente en nuestro siglo (La construcción social de la alfabetización3).
Probablemente pueda imaginarse mejor esta alfabetización múltiple y difusa si pensamos en nuestro propio uso de las nuevas tecnologías. Hay quien sabe mucho y quien no sabe nada. Hay quien las usa para su profesión y quien las usa para su ocio placentero. Hay quien sabe usar muy bien un determinado tipo de programas y es “analfabeto total” en otros, y hay quien se convierte en activo mediador de su entorno para determinados accesos. Y ello no nos preocupa especialmente ni marca aún fronteras sociales y de prestigio personal, a no ser que vayan asociadas con requerimientos profesionales.

Durante siglos, la escuela (o los preceptores en los sectores de élite) se encargó de enseñar el código escrito, la traducción de los clásicos griegos y latinos, y la retórica de la composición de los discursos profesionales. Pero la “promoción”, en el sentido de despertar el deseo de leer, crear hábitos lectores o llevar a la construcción de una cultura letrada más amplia y constante, era algo que se producía de forma natural en la familia y en el entorno social de los sectores minoritarios que tenían acceso a las obras. Los libros eran pocos y se hallaban en las bibliotecas familiares de esas clases pudientes. Las bibliotecas del Estado o de otras instituciones tenían entonces la finalidad básica de conservar los libros, eran literalmente “archivos” donde guardar los documentos.
3.2 Universalización de los lectores y acceso a los libros: escuelas y bibliotecas

Durante el siglo XIX, fue extendiéndose una concepción estandarizada de alfabetización. A diferencia de lo que ocurría hasta entonces, cuando se podía ser un próspero y respetado ciudadano sin saber de letra, la alfabetización empezó a relacionarse con el esfuerzo individual realizado para adquirir esa capacidad —para educarse— y con el éxito económico alcanzado como consecuencia de esa capacidad. El reverso de esta correlación significa que ser analfabeto comenzó a vincularse con el fracaso social y éste a atribuirse a la responsabilidad del propio individuo por su falta de educación.

Si leer era necesario para progresar, cualquiera tenía que poder hacerlo. Se inició entonces la demanda social en favor de instrumentos que permitieran que todo el mundo pudiera recorrer ese camino, es decir, la demanda a favor de crear escuelas y bibliotecas, gratuitas y accesibles. Se produjo una línea reivindicativa que veía el acceso al escrito como un elemento igualador entre los humanos, un camino para alcanzar un nuevo orden político y social. La escuela pública fue el gran logro ilustrado. Permitía que toda la población tuviera acceso a la cultura y obtuviera carta de ciudadanía. Entender la alfabetización como una parte del desarrollo individual y personal culmina en su consideración actual como un derecho humano. Es por pensar en estos términos, por ejemplo, que en la escuela se introdujo la lectura en voz alta de los textos clásicos —para que todos pudieran disfrutar de la literatura atesorada hasta entonces por las minorías— o se instalaron pequeños armarios destinados al préstamo de libros.

Ahí, con las masas campesinas, mineras y obreras sentadas en las aulas, empezó propiamente la tarea de promoción de la lectura como actividad social. Proliferaron los ateneos obreros, se regularon por primera vez los estudios para formar a maestros y bibliotecarios, se extendieron redes de bibliotecas y se multiplicó la edición de revistas, periódicos, libros populares de grandes tirajes y libros específicamente dedicados a los niños. “Saber leer” pertenecía ya a todos los sectores sociales.

Si leer era necesario, lo era para el desarrollo industrial y como una vía de cohesión de la población, porque la división entre alfabetizados y analfabetos empezaba a constituir la frontera de la marginación social. Podemos verlo claramente en los discursos parlamentarios sobre las leyes de escolaridad y en las encendidas polémicas de la época. Es por pensar en estos términos, que los maestros nunca terminaron de potenciar realmente el acceso a escritos que no parecieran directamente “útiles y funcionales” para unos alumnos que tendrían que ganarse la vida al cabo de unos pocos años de escolaridad. En esta óptica, la literatura aparecía como un lujo innecesario. Se trataba de un malentendido bienintencionado y proteccionista, pero que, de hecho, continúa operando de forma viva aún ahora en muchos contextos educativos.

Toda esta presión social culminó, en efecto, con la extensión de las bibliotecas y de la educación universal, gratuita y dirigida a un abanico cada vez más amplio de edades a lo largo de los siglos XIX y XX. Sin embargo, en este veloz recorrido histórico no podemos olvidar que en la realidad se superponen las etapas. Así, nuestro mundo alberga aún hoy en día 115 millones de niños sin escolarizar y existen muchos lugares que continúan absolutamente desprovistos de libros.

A lo largo de todo este proceso, resalta un elemento muy interesante para nuestra situación actual: el de la pugna entre un discurso escolar sobre la lectura, basado en una lectura intensiva, prescriptiva y guiada hacia una mayor profundidad interpretativa o erudita, y un discurso moderno de la lectura como práctica extensiva, libre y según las distintas finalidades de cada ciudadano4. Los bibliotecarios se convirtieron en abanderados de este segundo discurso transformando los archivos en bibliotecas públicas, abriéndose al préstamo y, literalmente, convirtiendo las protectoras vitrinas en anaqueles directamente accesibles a los lectores. Así, en la primera mitad del siglo XX, las bibliotecas pasaron a ser un agente fundamental de la promoción de la lectura.Pero ya en la segunda mitad del siglo XX, los dos discursos sobre la lectura, encarnados respectivamente en las instituciones de la escuela y la biblioteca, terminaron por establecer pactos de colaboración. Promocionar y enseñar a leer terminaron por verse como las dos caras de una misma moneda. En el camino, las fronteras entre ambos espacios, objetivos e instituciones, se habían permeabilizado:
  • Para ser más eficientes, los bibliotecarios distinguieron entre los distintos tipos de públicos a los que se dirigían. Cuando se dirigieron de manera específica al público infantil y juvenil, tuvieron que crear fondos, espacios, mobiliario o instrumentos de clasificación y uso, distintos de los dirigidos hasta entonces al público adulto. Pero el cambio fundamental fue que, por primera vez en la historia, unos profesionales al servicio de la lectura tuvieron que inventar prácticas de promoción que atrajeran a los ciudadanos a sus establecimientos. Recurrieron entonces a aquellas actividades que parecían haber funcionado durante siglos en el seno de las familias ilustradas, tales como recomendarse libros o narrar cuentos. Sin embargo, al dirigirse a niños y niñas que “deben aprender”, los bibliotecarios se vieron obligados a practicar la lectura guiada que tanto habían vilipendiado o a desarrollar actividades didácticas de formación de usuarios. Entonces, no tuvieron más remedio que fijarse también en las prácticas escolares.
  • Los cambios en las escuelas no fueron menores: los escritos exteriores (los libros infantiles, las revistas, los periódicos, etc.) penetraron en las aulas; los alumnos salieron a la calle y se fueron de visita a las librerías, bibliotecas o espectáculos teatrales; la enseñanza de la lectura comenzó a verse como algo continuado a lo largo de todas las etapas educativas, algo que implicaba a todos los docentes y que comprendía todo tipo de textos, tanto expositivos como literarios, Así que otros profesionales, ahora los maestros, tuvieron también que incorporar actividades de promoción, porque al dirigirse a sus nuevos alumnos —los de todas las clases sociales— necesitaban familiarizarlos con los libros, suscitar su deseo de leer y ofrecerles la oportunidad de aprender a hacerlo en un entorno lleno de estímulos. Los maestros se vieron obligados, a su vez, a fijarse en las familias ilustradas y en las bibliotecas. La lectura libre y silenciosa en las aulas, la charla sobre libros o la narración de cuentos iniciaron así su incorporación a las actividades escolares.
    Entre ambas instituciones se creó un espacio superpuesto. El funcionamiento de las bibliotecas se introdujo literalmente en el ámbito escolar a través de lo que se llamó biblioteca escolar o rincón de biblioteca. Nada que ver con el armario bajo llave que durante muchos años se había limitado a almacenar las antologías y libros de lectura que iban a usarse en el aula. Ese espacio de organización de los libros resultaba tan común, tan a caballo entre las funciones de ambas instituciones, que durante décadas hemos asistido a una dura discusión entre los dos colectivos profesionales para decidir quiénes deberían gestionar ese espacio, si los mismos maestros o bibliotecarios especializados. En ambos casos, la necesidad de una formación específica para esta tarea y el reconocimiento oficial de esa función, son temas aceptados por todos en la teoría, pero aún no resueltos en la práctica de numerosos países, de manera que su falta de resolución condiciona en gran medida la promoción escolar de la lectura.

3.3 Convencer a los lectores y difundir los libros: la multiplicidad de las instancias


El tercer momento en el que vamos a detenernos corresponde ya a la actualidad. Una actualidad en la que la promoción de la lectura viene marcada por la confluencia de distintos fenómenos, de los que vamos a señalar tres:

Un primer fenómeno que condiciona la promoción de la lectura en la actualidad es que se ha ampliado el nivel de exigencia en el dominio del escrito y de los usos que incluye esa capacidad. En las sociedades posindustriales, la mediación entre los humanos y la realidad ha adquirido tal complejidad que éstas están obligadas a realizar una gran inversión en capital humano para que sus ciudadanos sean capaces de controlar un volumen muy elevado de información simbólica. En este contexto, el concepto de alfabetización se ha ido ampliando de manera progresiva, de tal modo que nunca en la historia de la humanidad habían existido metas tan altas para las expectativas educativas. Ello explica, por ejemplo, la divulgación del término “alfabetización (o analfabetización) funcional” durante los años cuarenta.

Y repercute, obviamente, en los objetivos de política cultural y educativa que se marcan los Estados, en el diseño y aplicación de los programas y campañas de lectura, en las evaluaciones sobre el grado de alfabetización de los diferentes países o en el grado de éxito alcanzado por los sistemas educativos. El esfuerzo que se pide ahora a la población requiere también un gran esfuerzo social que implica la participación de múltiples instituciones. Ésa es la novedad, puesto que esa participación conlleva la aparición de nuevos actores en las tareas de enseñanza y promoción lectora.

Un segundo fenómeno deriva del nuevo concepto de formación permanente. Los sistemas educativos de las sociedades modernas ya no se proponen proporcionar un conocimiento (y una capacidad lectora) como un capital fijo que el individuo adquiere durante unos años de su vida y que administra durante el resto de ella. En la actualidad, por el contrario, los conocimientos no cesan de variar y de multiplicarse. Cada individuo se ve obligado, pues, a revisar y a adquirir conocimientos de forma constante y también a validarlos mediante nuevos títulos y certificados. La formación permanente acoge, entonces, a numerosos colectivos de jóvenes expulsados en su momento del sistema educativo, por ejemplo, mientras que otras veces debe alfabetizar en las lenguas de acogida a las grandes oleadas migratorias que se alzan como un signo de los tiempos, o bien tiene que ofrecer la actualización del saber, de los nuevos usos y tipos de textos lingüísticos o de las nuevas tecnologías del escrito. Todas estas funciones convocan, a su vez, a otros nuevos actores que prolongan el aprendizaje y la promoción de la lectura mucho más allá del ámbito escolar tradicional.

Un tercer fenómeno que condiciona las demandas actuales de acceso al escrito es que nos hallamos en sociedades de masas y de consumo. Ello ha implicado la aparición, o la extensión, de determinados ámbitos sociales para el uso de la lectura: espacios de disfrute de un ocio más culturalizado o espacios de educación no formal. La lectura se halla ahí en lugares como la familia —con una extensión progresiva de las rutinas sobre lectura de cuentos a los niños entre las parejas jóvenes, por ejemplo—, en actividades como la compra y consumo de libros —con nuevos tipos de productos, puntos de venta, modas como la de los “libros liberados” con enlace de los lectores en Internet, etc.—, la apertura de escuelas de escritura literaria a las que la gente acude normalmente por puro placer, la participación en actividades ciudadanas de animación cultural como recitados poéticos o lecturas públicas en cadena, programas de entrevistas y comentario de libros en los medios masivos, etc. También esos nuevos espacios de lectura social han multiplicado la necesidad de distintos tipos de promotores.

Por tres veces acabamos de incluir a nuevos agentes de promoción, podemos concluir, pues, que de alguna manera es toda la sociedad la que se halla implicada ahora en la promoción de la lectura. Aunque ésta se dirija a distintos sectores de la población y lo haga con objetivos tan diferentes (aunque no necesariamente incompatibles) como vender, elevar el nivel cultural o mantener a los niños entretenidos. Y es algo normal que la aparición de nuevos espacios y necesidades sociales lleve aparejada la creación de nuevas profesiones y que promover la lectura pueda significar cosas muy variadas:

  • A veces se trata de coordinar tipos de acciones y espacios lectores ya existentes en un lugar determinado. Por ejemplo, en un pueblo vecino a mi universidad se coordinó una campaña de lectura que unificó por unos meses la actividad de las bibliotecas, escuelas y librerías de la zona, de unos grupos de tertulia alojados en bares y sedes municipales, y de la misma universidad, con actividades dirigidas a los alumnos de todas las carreras. · Otras veces se necesita desarrollar acciones dirigidas a cumplir funciones inexistentes en contextos concretos. Por ejemplo, la instalación periódica de puntos de préstamo de libro en hospitales o pueblos rurales muy apartados, o el caso aportado por Emilia Ferreiro sobre los libros infantiles en la sala de espera de los pediatras de Génova.
  • O bien lo que se requiere es impulsar acciones dirigidas a sectores desatendidos. Por ejemplo, en mi país muchos ayuntamientos ofrecen cursos de alfabetización para mujeres inmigrantes —y de inmigrantes— que se encuentran aisladas y recluidas en sus casas, como vía de socialización y promoción social femenina. O los proyectos de alfabetización de madres solas, a través de su implicación en la lectura de cuentos a sus hijos.
  • Y los nuevos agentes pueden contribuir también, y muy eficazmente, a descargar a los maestros y bibliotecarios de la agobiante superposición de objetivos que sufren en la actualidad, lo cual nos lleva a la consideración del último punto.

4. ¿Qué supone eso para la escuela?: clarificar funciones y coordinar esfuerzos

Como es natural, la escuela continúa estando en el corazón del acceso al escrito. Aún en una sociedad tan cambiante como la actual, no hay signos de que la escuela pueda —ni deba— diluirse, de ninguna manera, como pieza clave de la entrada en la lectura. Y en las últimas décadas, ha adquirido una mayor conciencia de que el aprendizaje lector va indisolublemente unido al uso y disfrute “en presente” de los libros, de manera que enseñar y promocionar se encuentran ahí más fusionados que nunca.

Pero hemos constatado que esa instancia, que se creó hace siglos y que ha ido evolucionando a la par que la sociedad, resulta insuficiente para asegurar el dominio y los hábitos permanentes de lectura. Creo que lo que hay que admitir es que la posibilidad de acceder a la lectura y el consumo simultáneo y posterior de bienes culturales, son dos cosas diferentes. Distinguirlo nos ahorraría, de entrada, el sentimiento de culpabilización de los maestros. La escuela proporciona el acceso a la lectura, pero en la percepción social aparece también como responsable de que ese aprendizaje se traduzca en hábitos estables cuando los ciudadanos abandonan las aulas. Y cuando los índices de lectura social son bajos, los docentes se sienten inmediatamente cuestionados en su trabajo.

No se trata de que la escuela pase “la patata caliente” o “la arruga de la tela” a otras instancias ajenas a la escuela, o el que esas otras instancias invadan el terreno escolar para adquirir más peso. De lo que se trata es de analizar cuáles pueden ser los objetivos y responsabilidades de cada cuál para poder asumirlos y colaborar mejor en esa tarea. Es decir, de lo que se trata es de impulsar un doble movimiento:

En primer lugar, la escuela debe establecer ámbitos de colaboración social en las tareas de promoción de la lectura y de extensión educativa, o sea, la parte en que sus hilos deben entretejerse con otros hilos para que exista la tela.
Y a decir verdad, la escuela empieza a parecerse a veces a una auténtica telaraña. Los pasillos escolares se hallan transitados en estos momentos por agentes de lo más variopinto: cuentacuentos profesionales, porteadores de maletas de instituciones públicas repletas de maravillosos libros que van a dejarse ahí por un tiempo tras haber sido presentados, componentes de espectáculos de dramatización, títeres o recitados poéticos contratados para talleres o celebraciones puntuales, organizadores y coordinadores de clubes de lectores, tertulias, etc. Muchos de esos actores van y vienen entre la escuela y la biblioteca. A veces provienen de esta última y otras ofrecen sus servicios a ambas instituciones, en un nuevo camino de tránsito entre ambos ámbitos.

Pero aún hay más gente tocando el timbre escolar. Los libros se han convertido en una poderosa industria y, en el caso de los libros infantiles, las escuelas son el principal cliente. Así que las editoriales han llamado a la puerta de la promoción, a veces con criterios de calidad y eficiencia que ya querrían para sí según qué escuelas y otras veces simplemente explotando las técnicas de venta. Se ofrecen entonces tareas de formación de docentes, elaboración de materiales didácticos, como las guías de lectura de cada título del catálogo, o actividades de encuentros con autores e ilustradores de libros.
Y aunque no entren físicamente, también se asoman a las ventanas de la escuela los numerosos medios de promoción que ofrecen su apoyo virtual con las páginas de los autores, de las editoriales, las revistas de las propias escuelas, los intercambios con los lectores de otros centros, etc. De manera que se está ampliando aún más el espectro de colaboradores.

Tanta gente interesada en extender la lectura puede dar lugar, sin duda, a un medio más rico que nunca en solicitudes e inmersiones en el escrito… pero también puede crear un caos de actividad frenética por donde los niños y niñas circulen con complacencia, aunque sin mella alguna en su formación de hábitos lectores. Ése puede ser, precisamente, el peligro de la nueva situación. Durante mucho tiempo se ha pensado que el trabajo de la escuela pasaba por aprender un uso de la lengua, en un corpus fijo de textos, para unas funciones muy concretas y a partir de unas actividades ya muy experimentadas. Esa tarea, tan cómoda por lo simple, se ha complicado con la idea de que se aprenden usos diversos de la lengua, a partir de tipos de libros y textos diferentes, para funciones múltiples y a través de dispositivos didácticos muy variables. Y ahora, además, estamos diciendo que tal vez debamos pasar de la idea de un maestro a la del trabajo en colaboración con varios agentes sociales que, de entrada, deben salvar el obstáculo de enredarse en un nuevo episodio de recelos y pugnas, incluso gremiales, como el protagonizado anteriormente por maestros y bibliotecarios. Pero así parece, en efecto, en unas sociedades tan complejas como las actuales.

En segundo lugar, la escuela debe dejar mucho más claros los objetivos de aprendizaje que le son propios, o sea, la parte del tejido que ella está en disposición de cumplir. Sin ánimo de exhaustividad, voy a enumerar cinco ejemplos de los aspectos que sí debe asegurar la escuela, que sí parecen pertenecer principalmente a la educación escolar:

  • Enseñar a leer en el sentido amplio que se ha desarrollado en las últimas décadas. Ése sería el objetivo más en línea con la tarea habitual de la escuela, aunque puesto al día con todo lo que hoy sabemos sobre la lectura, desde el dominio del código al desarrollo de las habilidades de lectura, desde el conocimiento de los distintos tipos de textos a las operaciones implicadas en la comprensión y autocontrol de lo que el lector entiende en función de los objetivos de cada lectura, etc.
  • Asegurar la lectura de libros de calidad para todos, contribuyendo a establecer unos criterios sobre la jerarquía existente en los textos sociales. No todos los textos son igual de valiosos, aunque el lector vaya a hacer uso de ellos tal como le plazca según sus gustos, intereses y objetivos personales. Eso debe aprenderse en algún lugar y todo el mundo debe haber tenido la oportunidad de crear un horizonte de lecturas sobre el que proyectar e inscribir las propias.
  • Asegurar el conocimiento, aunque sea a distintos niveles, de algunos de los textos “clásicos” que sirven como referentes colectivos y que contribuyen a la cohesión de una colectividad. La función de “traspaso patrimonial” ha sido también uno de los encargos más sentidos por la escuela y no se trata de prescindir de él, sino de actualizarlo de forma reflexiva. Por ejemplo, teniendo en cuenta el grado de complejidad intercultural y de globalización de las sociedades actuales.
  • Enseñar cómo leer textos inicialmente complejos para el lector. Es decir, ofrecer la experiencia de lectura de textos ligüísticamente complejos y alejados temporalmente y mostrar cómo operar para entender los libros en profundidad y con espíritu crítico. La lectura guiada es una actividad propia de la escuela que debe renovarse con lo que sabemos ahora sobre las formas de aprendizaje. Dar espacio a la construcción compartida o mayor protagonismo de los alumnos no significa abandonar el papel de enseñarles qué es lo que tienen que hacer para entender un texto en profundidad.
  • Asegurar una cierta sistematización sobre el funcionamiento social del lenguaje escrito y del sistema ficcional y literario. La escuela es el lugar apropiado para analizar, conceptualizar y adquirir esquemas mentales que organicen la comprensión explícita de cómo funcionan las cosas.

En cambio, para la consecución de un entorno alfabetizado donde todo el mundo pueda incorporarse con naturalidad al uso del escrito, la familia y la sociedad tienen mucho que decir. Si definimos mejor lo que debe y puede esperarse de la escuela, y lo que puede y debe esperarse del entorno, tal vez las reglas de juego serían más claras, incluso para los alumnos (que, por ejemplo, ahora se sienten legitimados para rechazar las lecturas escolares obligatorias o culpabilizados por el fracaso escolar de aficionarles a la lectura), y todo el mundo podría dedicarse con mayor seguridad a su tarea.

Para terminar con el símil de la música con el que hemos empezado, podríamos decir que nadie parece esperar que los conocimientos adquiridos en las aulas basten para aficionar a la música. La música se enseña (aunque probablemente menos de lo debido) en la escuela, pero el uso social de la música —escucharla, regalarla, practicarla, asistir a conciertos, etc.— se aprende, en gran medida, fuera de ella. En el caso del escrito, podemos pensar que ojalá los niños y niñas supieran que en la escuela hallarán una puerta de entrada a la lectura, tan ancha, alta y gratificante como la necesitan. Y ojalá supieran también que, al mismo tiempo, la cultura en la que han nacido —su familia, la biblioteca, la librería, la comunidad, los medios masivos, el mercado editorial, etc.— les ayudará a vivir aprovechando —antes, durante y después del tiempo escolar— ese maravilloso invento que la humanidad realizó hace ya algunos miles de años.

NOTAS:

1 Este artículo proviene de la conferencia pronunciada en el I Encuentro de Promotores de la Lectura, celebrado en el marco de la XVII Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México, 2003), y en el II Master de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil, del CEPLI y la Universidad de Castilla–La Mancha (2003).

2. Texto recopilado en Lomas, C. (2002): La vida en las aulas. Paidós, Barcelona.

martes, 20 de noviembre de 2007

LOS BLOGS


Los blogs como una herramienta de promoción de la lectura

Existen muchas formas de promocionar o fomentar la lectura. Una de ellas, para ir acorde a los tiempos que vivimos, son los conocidísimos blogs, lugares, espacios en los cuales el blogger escribe y otros leen. Y no solamente leen, además comentan si se da el caso, lo cual casi siempre ocurre.
Es un medio entretenido para leer acerca de otras personas y enterarnos cosas que ni siquiera se nos habría ocurrido escribir. Pero lo que me gustaría destacar es la utilidad que le podemos dar en el área educativa, por ejemplo. Los profesores estarían "más conectados" con sus alumnos; los alumnos intercambiar información con otros alumnos o crear una composición en la cual sus compañeros de aula comenten. Lo cual es super interesantísimo, pues además de leer, van a escribir, van a pensar. Y tratemos en la medida de lo posible evitar el uso de los nuevos términos que invaden no sólo los mensajes de texto, que algunos han optado por llamarlo "el otro lenguaje" me refiero aquellas abreviaturas que por cuestiones de espacio en la comunicación de celular a celular, son muy utilizados. Pero si disponen de más espacio, porque utilizar esto téminos? No es un atentado a la lengua, al contrario lo veo, en mi opinión personal, muy modesta, por cierto, como un aporte pues inserta en nuestra cotidianeidad nuevos términos y como siempre hay que reconocer la creatividad.
Hay que utilizar todos los medios, en todos los soportes, la lectura no solamente es leer un "Quijote de la Mancha" es leer en todos los lugares.

¿Qué aporta la lectura al lector?


Indudablemente ésta es una buena reflexión que debemos hacer como lectores y como "hacedores" de lectores. Tal vez sea una pregunta que no nos hemos hecho nunca, pero resultaría interesante hacer una encuesta entre la gente corriente con un sólo ítem: "¿qué le aporta a usted la lectura?", o dicho de otro modo, ¿por qué o para qué lee usted? Aunque estamos tentados a hacer toda una disertación entre vehemente y utópica para responder a esta importante cuestión, dejaremos unas cuantas ideas para que vosotros mismos iniciéis desde ellas un análisis más crítico y personal.
  • Desarrolla la imaginación y la fantasía.
  • Enriquece el vocabulario y con él la expresión.
  • Al presentar sucesión de ideas, aumenta la lógica.
  • Perfecciona el conocimiento ortográfico.
  • Favorece el gusto por conocer y por lo bello.
  • Acentúa el gusto por estar solo.
  • Acrecienta la atención.
  • Facilita la comunicación.
  • Posibilita la desinhibición.
  • Terapia de conflictos, miedos, complejos.
  • Ayuda a descubrir los propios sentimientos.
  • Incrementa el espíritu crítico y el razonamiento.
  • Fomenta el ocio creativo y constructivo.


Tomado de: Cuatrogatos revista de literatura infantil v número 4 v octubre-diciembre, 2000

LECTURA EN LOS MERCADOS


Distinguen a Miraflores por promover la lectura en centro de abastos

9:10 El programa Casero del Libro funciona desde hace dos años en el mercado de Santa Cruz
(Andina).- En medio de una gran cantidad de comerciantes, el alcalde de Miraflores, Manuel Masías, recibió orgulloso el premio concedido por la Federación Internacional de las Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA), por su innovador proyecto Casero del Libro, gracias al cual vendedores y compradores del mercado Santa Cruz se han visto inundados de cultura. Un proyecto innovador que empezó hace dos años y que resultó exitoso.
El proyecto alcanzó el tercer lugar del prestigioso Concurso de Creatividad en los Servicios de Biblioteca, otorgado desde hace cinco años por la IFLA.
"La gente está sumamente impactada por este acercamiento a los libros. La iniciativa Casero del Libro viene desde 2005 y ha merecido un galardón internacional por su innovación, creatividad, y por lo que implica el fomento de la lectura en estos espacios", comentó el burgomaestre, entre aplausos.
Ruth Sánchez, bibliotecóloga de profesión y responsable de llevar literalmente los libros a pasear entre los stands de los comerciantes, explicó que el proyecto contempla la visita al recinto comercial una vez por semana, a fin de presentar una oferta variada y siempre nutrida de títulos.
"Visitamos puesto por puesto y les ofrecemos los libros que tenemos. Ellos escogen y se los prestamos por una semana, pedido que puede ser renovado por dos semanas", detalló. Mencionó, además, que el proyecto ha despertado las ganas de leer no solo de los comerciantes, sino de sus compradores, que también han accedido a los libros gracias al aval de los vendedores.
El alcalde de Miraflores indicó que los libros prestados pertenecen a la biblioteca municipal de Santa Cruz, que forma parte de la Biblioteca Ricardo Palma.
Iniciativa modeloMasías anunció que la iniciativa, desarrollada en este momento en el mercado Santa Cruz, se expandirá al centro de abastos ubicado en el límite con Surquillo, que también pertenece a Miraflores.
"Hay otras ciudades que tienen ejemplos interesantes de promoción de la lectura, como la realizada en el Transmilenio en Bogotá, y ahora se da uno en Santiago, así que pensamos continuar con esta interesante propuesta", detalló, antes de mencionar que la placa obtenida será colocada en el interior del mercadillo, que estuvo plagado de curiosos, pero sobre todo de lectores.
Fuente: El Comercio (http://www.elcomercio.com.pe/)
Tomado el 08-11-2007